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Los hijos del cristal: una generación enganchada con la metanfetamina (Parte II)
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Los hijos del cristal: una generación enganchada con la metanfetamina (Parte II)

  • - 2025-04-27

DOMINGA.– A diferencia de Estados Unidos, donde el fentanilo acapara la prensa, o de Colombia, donde la cocaína fluye junto con sus derivados, en México la “epidemia de drogas” que alcanza a 10% de la población tiene el sabor amargo de la metanfetamina. Un estimulante poderoso y barato que se popularizó de la mano del capo Nacho Coronel y el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG).No fue extraño que la meta la reventara en México en la década del 2010. Creada para hacer de los soldados unos superhombres, resultó ser una droga perfecta para estudiar y trabajar sin dejar de enfiestar a menor costo. Exactamente lo que necesitaba nuestra generación: un estimulante mucho más potente y barato que la cafeína o la cocaína, accesible para todos.Pero el problema fue que detrás del paraíso que ofrece, se esconde un infierno en el que cayó Daniel, el chico con demonios japoneses tatuados en los brazos que conocí en la clínica de rehabilitación de adicciones Encuentro con mi Realidad, en el municipio de Tecámac, Estado de México.Enla primera partede este reportaje conté cómo se hizo adicto al ‘criko’, ‘hielo’, ‘cristal’ o ‘speed’ –como también le dicen a la metanfetamina– simplemente porque le gustaba mucho el alcohol y que esta droga le permitió seguir enfiestando duro sin dejar de estudiar Mantenimiento Industrial en la Vocacional 7 del Instituto Politécnico Nacional. Y comenzó a vender el producto en su escuela para financiar su consumo, alrededor de 2015.Más o menos en la misma época en que elCártel de Sinaloa decidió recuperar el atraso que tenía sobre su competidor del CJNG e inundar entre los dos de droga el occidente y el centro del país. A tal punto que la epidemia de cristal pronto rebasó a la clase obrera y se expandió a una clase media que durante mucho tiempo se creyó inmunizada al fenómeno.“Me la pasaba en los pulques, en las micheladas, conviviendo con todo el mundo. Pero no sólo era yo, había muchos otros que conseguían de todo. Y como el cristal era lo más barato, como estaba de moda, que por los sabores, por los colores, porque todo el mundo lo fumaba o inhalaba”, era rentable venderlo, explica hoy Daniel, a sus 27 años. “Eso hacía que hasta los que no eran fiesteros, que se la pasaban en clases, también lo usaran para no dormir y hacer tareas”.De esa manera, al igual que muchos de sus compañeros, Daniel terminó siendo un vector para la propagación de esta epidemia que vino del norte, cuando la producción de ‘criko’ se trasladó a México luego de que Estados Unidos le declarara la guerra en 1995. Y que luego fluyó desde el Bajío, donde se ensañó primero con los menores de edad que pasaron de tomar alcohol y fumar marihuana a consumir ‘cristal’ o ‘speed’.​Así ha sido la penetración del consumo de cristal en MéxicoHoy en día, no se sabe a ciencia exacta cuántos usuarios consumen metanfetamina en México, porque no se ha actualizado las cifras de la última gran Encuesta Nacional de Consumo de Drogas, Alcohol y Tabaco, que data de 2016-2017.Lo que sí se sabe es que, en 2017, México ya se había convertido en el país del continente en el que más estudiantes de secundaria de entre 12 y 17 años consumen metanfetamina (2.2%), incluso por delante de Estados Unidos (0.8%) o El Salvador (0.7%); con mayor prevalencia en Colima (3.2%), Guanajuato (2.1%) y Michoacán (1.7%), según las cifras de la Organización de Estados Americanos.Si a esto se le agrega que entre 2002 y 2016 el consumo de estimulantes tipo anfetamínico se multiplicó por nueve en el país, mientras que el de cocaínasubió apenas 2.9 veces y el de marihuana 2.45, de acuerdo con la Comisión Nacional de Salud Mental y Adicciones, el cálculo permite darse una idea de la penetración que debe haber alcanzado esa droga entre la juventud.Sobre todo, porque la tendencia siguió aumentando desde entonces: en 2023, los estimulantes de tipo anfetamínico fueron, por mucho, las drogas por las que más se solicitó ayuda (49.1% de las solicitudes totales) en México, por delante del alcohol (21.8%), la cocaína (4.4%) y la marihuana (13.3%). Abonando así a la violencia asociada al narcotráfico, que deja cientos de miles de muertos, desplazados y desaparecidos.Para los cárteles, en cambio, fue pura ganancia. De manera sigilosa, el cristal se infiltró en las escuelas, en las paradas de taxis, los parques, los puntos de venta del barrio y las redes sociales, desde donde se distribuyó al por mayor, generando un gigantesco botín interno, además del que entrega el mercado estadounidense. Al tiempo que les permitió reducir su dependencia de la cocaína sembrada y exportada por sus socios sudamericanos.Al igual de que sucedió con los solventes como la mona, el contagio de la meta infectó primero a los estudiantes y trabajadores pobres, que forman parte del tercio (36.3%) con menos dinero de la población. Lo cual explica que, en 2023, la mayoría de quienes acudieron a centros de rehabilitación fueran jóvenes de entre 14 y 39 años con apenas el grado de primaria o secundaria concluido, según las cifras de la Secretaría de Salud. Y pronto se esparció entre la clase media, en la que se encontraba Daniel, hijo de una madre médica y soltera. Muy lejos, todavía, de tocar a la clase alta.Pacientes de alto standing se engancharon con el cristalEn el lujoso centro de rehabilitación Monte Fénix, al sur de la Ciudad de México, con una enorme piscina y una cancha de frontón, prácticamente no hay adictos a la metanfetamina, explican algunos pacientes reunidos en el gigantesco patio en el que se estacionan autos de alta gama. Aquí sólo se conoce la cocaína, alcohol y heroína: productos costosos, asegura un chico regordete parecido al actor Jonah Hill, vestido con un elegante polo y un buzo azul marino, que alza los hombros cuando se le pregunta por el costo del tratamiento. No es algo que le preocupe.Mientras que en la clínica Claider, su versión exprés en la colonia San Jerónimo, creada para quienes no tienen seis meses que dedicarle al tratamiento o no pueden pagar los 198 mil pesos requeridos (contra 49 mil para cinco semanas en Claider), la cifra de adictos a la meta sube hasta 40%. Apenas la mitad de los 80% que alcanza la clínica Encuentro con mi Realidad en el Estado de México, cuyo costo es de mil 300 pesos semanales.A su manera, todos hacen lo que pueden para combatir las adicciones. Sin embargo, más allá de las clases sociales que dividen a los abogados e ingenieros de los vendedores, empleados de call-centers y obreros, la principal similitud entre Claider y Encuentro con mi Realidad es que la mayoría de los adictos al cristal son estudiantes que se engancharon desde jóvenes, tan potente que incluso preocupa a quienes defienden la legalización de las drogas como una manera de enfrentar el flagelo del narcotráfico y atender mejor a la población consumidora.También llevan a cabo rutinas similares. En ambos casos, los pacientes se despiertan temprano, realizan actividad física, aseo de los cuartos para activarse y responsabilizarse, antes de pasar a la terapia en la que visualizan su enfermedad para confrontarla. Siguen los 12 pasos de Alcohólicos Anónimos, que busca sacar a sus pacientes de la adicción por medio del reconocimiento de sus errores, la búsqueda de una reparación y la transmisión del mensaje a nuevas personas.Esta metodología se puede aplicar en tres fases: el consumo experimental, cuando el paciente se droga de forma recreativa o funcional; el consumo perjudicial, cuando ya se está en una fase en la que se droga para no dejar de sentir el efecto y debe subir las dosis; y cuando entra en una etapa de adicción, en la que es primordial el apoyo de personas cercanas para poder rehabilitarse.Lo que cambia son las condiciones de internamiento. A la entrada de Claider sigue un pasillo estrecho que lleva a los cuartos iluminados con vistas al jardín en los que duermen hasta cuatro personas en amplias camas individuales, de buena calidad. Las terapias se hacen en grupos en los cómodos patios y jardines, o en salones en los que abundan galletas y refrigerios.El Claider también cuenta con un área médica para atender a los pacientes que llegan en crisis, añade, orgulloso, el doctor Andrés Pineda, médico especialista en adicciones adscrito a Claider. “La metanfetamina es una droga estimulante del sistema nervioso, da para arriba. Entonces cuando el paciente está en crisis aumenta su energía, la taquicardia, la presión arterial”. Puede ponerse agresivo. Así que después de estabilizar con benzodiacepinas y sedantes, el paciente queda en vigilancia estrecha, explica con solemnidad este hombre de mediana edad. Luego pasa al proceso de terapia para determinar y atender el origen del consumo compulsivo.Juan, por ejemplo, paciente de Claider, conoció el cristal en Alemania a dónde fue a estudiar de intercambio International Management. Y estaba de moda el ‘chemsex’: encuentros sexuales potenciados por este poderoso estimulante químico. Tenía 23 años. Reprimido desde pequeño, admite que le sirvió para “apagar a las voces en mi cabeza que me decían que está mal ser quien soy”.De regreso a México siguió adquiriendo la droga en la app de citas Grindr, a cambio de encuentros. “Las personas que lo proponen no tienen fotografías, sólo usan en la descripción de sus perfiles íconos como dulces o ciertas palabras clave como ‘fiesta’”, relata con pena sobre la manera en que conseguía droga este muchacho apuesto. Así pasó del consumo recreativo al problemático y al adictivo, hasta que la reiteración de relaciones de alto riesgo lo llevó a buscar ayuda.Curiosamente, dice el doctor Pineda, aunque los protocolos médicos están bien establecidos, no hay consenso en la comunidad científica sobre si la adicción a las drogas es una enfermedad primaria, que ocurre sin necesidad de ningún otro antecedente, o si es secundaria a un problema del paciente con el manejo de las emociones: depresión, ansiedad.No aprendió en la cárcel ni en la calle ni en la clínicaA Daniel, en cambio, no le hizo ninguna gracia que su madre lo encerrara en la clínica Hacienda Nueva Vida, luego de pisar la cárcel por primera vez en 2017 por “ponerse gallito” en un control policial, impulsado por la sensación de impunidad que da la metanfetamina.Resentido, hizo al interior del centro los contactos necesarios para comprar aún más barata la meta que vendía en la escuela, con el esfuerzo de semanas de trabajo impulsadas por la hiperproductividad que da el cristal, inhibiendo el sueño, el hambre y permitiendo concentrarse mejor. En retrospectiva, reconoce que le faltaban ganas de cambiar realmente.Como una primera encarcelación no fue suficiente, Daniel volvió a pisar el reclusorio un tiempo después, cuando ya estaba metido en asuntos más pesados, con “temas de delincuencia grande”, dice, refiriéndose a la venta de droga y robo de vehículos en el barrio de La Merced, donde pasaba la mayor parte de su tiempo. “Llegó un momento en que mi madre se cansó de que no entendía ni en la cárcel, ni en la calle, ni en el centro de rehabilitación [...] y se deslindó de mí. Pidió que me alejara y, pues te digo, volviendo a estar en la calle, volví a vender drogas, volví a dedicarme al robo”, narra con pesadumbre este muchacho, alto y blanco.“Incluso había secuestro, había gente con la que vivía, con la que vendíamos drogas que se dedicaban al secuestro. Y pues llegó un momento en el que no sé a quién secuestraron, llegaron los militares y nos quemaron la casita en donde vivíamos. Y pues terminé viviendo en un canal ahí afuera del psiquiátrico de Santa Catarina”, dice, mendigando y rebuscando entre la basura de qué comer.Fue difícil estar en lugares en los que te cae la noche y no conoces, y lo único que tienes es lo que traes puesto. “Entonces buscas una dosis más para quitar el frío, para quitar el hambre de todo el día y para seguir caminando kilómetros, kilómetros, por toda la autopista, ¿no? En busca de más comida, en busca de alguien que te pueda dar un trabajo, que te deje limpiar o algo para que te den unas monedas. Y pues te dan unas monedas y ya no compras comida. Vuelves a comprar otra dosis. Vuelves a lo mismo”.Las versiones más potentes del cristal de los cárteles mexicanosDiez años después de que se lanzara la guerra contra el narcotráfico en México en 2006 y se instalara una red de laboratorios en El Bajío para producir metanfetamina, se observó un cambio en el patrón de producción a nivel nacional. El ejército pasó de destruir numerosos laboratorios diseminados en Jalisco y Michoacán a enfocarse en grandes complejos que concentran cientos de laboratorios en comunidades de Sinaloa como Culiacán, Badiraguato o Cosalá. Lo que evidenció la voluntad del Cártel de Sinaloa de recuperar el rezago que traían respecto al CJNG, que construyó buena parte de su imperio de metanfetamina.Aunque la metanfetamina ha servido para combatir la depresión, para bajar de peso y para descongestionar la nariz antes de ser ilegalizada, versiones más potentes del cristal fabricado por los cárteles mexicanos han demostrado provocar efectos secundarios violentos, como la pérdida de peso, problemas bucales, llagas, ataques de paranoia y hasta brotes esquizofrénicos. Sobre todo, cuando se toma en cantidades indebidas ante la falta de información disponible en un país que prefiere esconder a sus consumidores.Coincidencialmente, en la misma época en que el ejército comenzó a destruir grandes complejos de metanfetamina en Sinaloa, comenzó a hablarse de otra droga: el famoso fentanilo, fabricado a partir de precursores químicos traídos de Asia. Esos precursores llegaron a los mismos puertos que penetraron los de la metanfetamina –puertos controlados por CJNG –, afirma el investigador de El Colegio de México, Tonatiuh Fierro: Lázaro Cárdenas, Michoacán, y Manzanillo, Colima. Lo que deja entrever la manera en que los cárteles utilizaron las mismas redes y conexiones con Asia para luego abastecerse en fentanilo.Aunque su tasa de consumo aún es baja en México, el ‘fenta’ acapara los titulares de prensa por su alta mortalidad y por la importancia que cogió en Estados Unidos. Lo que llevó al ejército mexicano a comenzar a incautar fentanilo en cantidades que palidecen en comparación con los decomisos de toneladas de meta que aún realiza.Aun así, las incautaciones se concentraron en el norte ante la presión estadounidense, en las aduanas de Mazatlán, Sinaloa y La Paz, controladas por el Cártel de Sinaloa, y las capturas de los líderes de ese grupo criminal: Joaquín “El Chapo” Guzmán e Ismael “El Mayo” Zambada, llevaron a los Chapitos a ordenar suspender la producción de fentanilo, según consta en diferentes notas de prensa.Pero a nadie le preocupó el continúo avance de la metanfetamina en México de manera silenciosa. La droga está al alcance de la mano en la calleComo ocurre con muchos adictos, a Daniel lo salvó su familia. Una tía, que lo acogió durante un tiempo mientras estaba fuera de casa, y luego su mamá, con la que retomó el contacto y quien lo llevó a la clínica Encuentro con mi Realidad, donde aún se encuentra hoy. Pero no fue sencillo. La droga llegó a estar tan presente que se impregnó en su ser.“La sustancia se vuelve tóxica con el calor, sale por todos lados del cuerpo. Así como entra la sustancia, sale por todos lados. El problema es que sale de tu cuerpo, pero no de tu vida. Sigues fumando, sigues consumiéndola, aunque el borde de tus lentes se deshaga por su acidez”, narra con frialdad.Y aún ahora, que lleva siete meses de abstinencia, la batalla está lejos de haber sido ganada del todo. Daniel no ha llegado todavía a la “media luz”, el momento en que puede controlar sus emociones y se relaja el internamiento. Al igual que muchos otros adictos a la metanfetamina, tiende a enojarse con facilidad, tirar objetos y gritar cuando algo no sale como quiere. Cuando le toca ser encargado de la limpieza del pequeño cuarto que comparte con otros cinco chicos y no le obedecen, por ejemplo.Además de que afuera las tentaciones son fuertes. La droga está al alcance de la mano. El ‘criko’ es tan barato y sencillo de fabricar, con calidades tan variables, que se consigue en muchas partes del Estado de México, dice, donde la policía tiene fama de ser menos quisquillosa que en la capital. La inundación de droga es tal que Víctor Quevedo tuvo que endurecer las reglas del centro que dirige luego de que un familiar introdujera éxtasis de contrabando. O que otros chicos volvieran con los ojos rojos a casa después a salir a la compra en la esquina.Pero lo más importante es que Daniel está decidido a cambiar, igual que Juan, y ese es el papel más fundamental en la recuperación de cualquier adicto: estar profundamente decidido a emprender la lucha, cueste lo que cueste, para salir de una espiral adictiva que puede rápidamente convertirse en una temporada en el infierno. El infierno del cristal.GSC/ASG


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