DOMINGA.– Carlos Jurado Delmar pasó a la historia como un artista reconocido del siglo XX, muralista y maestro de la fotografía estenopeica, una forma artesanal de producir fotos. Pero los archivos desclasificados sobre la Guerra Fría y el asesinato de John F. Kennedy revelan un aspecto diferente de su vida: hizo espionaje para la CIA durante los años sesenta.Más de 400 páginas revelan que obtenía información del gobierno de Fidel Castroy la desarticulación de un grupo guerrillero que traficaba armas de México a Guatemala. Llegó a reunirse con el militar Osmany Cienfuegos y fue clave en el arresto de diplomáticos cubanos en suelo mexicano.Sin embargo, una infidelidad aMiriam Chicay, su esposa, y su prestigio social en ascenso dentro de la izquierda latinoamericana lo distrajeron de sus funciones y la CIA perdió interés en él.Lo curioso es que Carlos Jurado, al parecer, nunca supo que trabajaba para la CIA, de acuerdo con el archivo desclasificado recientemente por el gobierno de Donald Trump, los JFK Files. Pensaba que trabajaba para un empresario griego, Nicolás Harris, quien en realidad era Wallace B. Rowton, un agente secreto de la CIA. Su trabajo con el supuesto empresario griego era hacer conexiones comerciales y al mismo tiempo enterarse del origen del dinero de ciertos sectores, como el de intelectuales de izquierda en aras de apoyar la Revolución Cubana. Pero lo que en realidad la CIA buscaba era que el pintor se adentrara en la vida política de Cuba para tener la mayor cantidad de inteligencia relacionada al régimen de Castro y atacar “objetivos prioritarios”. En un documento dirigido a Winston Scott, jefe de la estación de la CIA en México, y quien operaba bajo el nombre de Willard C. Curtis, se detalla que el pintor les beneficiaba más como un “operador involuntario”, de esa forma se podría conducir sin temor a ser capturado. Es incierto si Jurado, fallecido en 2019 a los 92 años, alguna vez supo que los fondos que le permitieron una vida holgada provenían de la agencia de inteligencia de Estados Unidos.Jurado Delmar encajaba en el perfil que la CIA buscaba: intelectuales de izquierda, con contactos en círculos políticos y guerrilleros, problemas emocionales, financieros y deseos de incidencia política. De él mismo redactan que tenía contactos comunistas en México, Cuba y Centroamérica, de funcionarios públicos y que, incluso, había recibido entrenamiento militar. Aunque las biografías oficiales afirman que nació en Chiapas en 1927, la CIA descubrió que nació en 1930 en la Ciudad de México y que alteró su acta de nacimiento para poder ingresar a la Marina a los 15 años. Su abuelo fue un reconocido textilero y sus tíos poseían propiedades, pero él se distanció de su familia tras la separación de sus padres.Tras servir a la Marina por tres años, estudió Antropología y Arqueología en la UNAM, y comenzó a interesarse por el arte, estudiando Pintura y Escultura en La Esmeralda con los maestros María Izquierdo, Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros.Se casó a los 20 años con una mujer de León, Guanajuato, y tuvo cuatro hijos. Entre 1954 y 1960 trabajó para el Instituto Nacional Indigenista, lo que generó tensiones con su esposa, quien prefería vivir en la Ciudad de México. En 1960, una vez divorciado, viajó a Cuba para unirse a la Revolución de Fidel, trabajó ahí como muralista y empleado de los ministerios de Trabajo y Educación, y conoció a Miriam Chicay, una cubana de origen chino de quien se enamoró. Así fue la oferta de trabajo que recibió Carlos Jurado DelmarDescrito como un hombre de ojos rasgados, tenía 36 años al momento de su reclutamiento por la CIA, medía 1.67 metros, pesaba 58 kilos, tenía el cabello castaño oscuro y una complexión delgada que le confería una apariencia juvenil.En 1964 regresó a México con su nueva esposa e hija. Para entonces, ya era un artista profesional, aunque con ingresos modestos, por lo que tuvo que complementar su carrera dando clases de arte en escuelas públicas y privadas, además de recibir una beca del Instituto Nacional de Bellas Artes. Carlos Jurado llevaba una vida austera, vivía con su familia en un departamento en la colonia San Ángel. La CIA logró obtener cada detalle de su vida, incluido que entre 1965 y 1966 sus ingresos nunca superaron los 3 mil pesos.Un mural suyo se encuentra en la Escuela de Derecho en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, y otro en el Ministerio de Educación en La Habana, aunque se desconoce si éste último aún existe. A pesar de las exposiciones, sus pinturas no se vendían como él lo hubiera esperado, lo que lo llevó a sentirse frustrado y aislado. En 1966, conoció al agente encubierto Wallace B. Rowton, quien se presentó como un empresario griego interesado en su obra. La CIA comenzó a poner a prueba sus ideales. El pretexto que Rowton utilizó para acercarse fue ofrecerle la oportunidad de pintar un mural en Nueva York, al igual que lo hizo su maestro Diego Rivera. Inventó una historia en la que le propuso contratarlo para decorar un muro en el famoso restaurante y club La Chansonette en Manhattan, propiedad de la cantante y estrella Rita Dimitri, de origen griego, y quien supuestamente era amiga de Rowton. Sin embargo, los verdaderos objetivos eran evaluar las convicciones políticas del pintor al ubicarlo en un “ambiente burgués”, y obtener información sobre las actividades de su suegro, Porifirio Chicay, que se exilió a Nueva York tras la Revolución Cubana. Rowton comenzó a invitarlo a cenas lujosas, buscando conocer también las posturas políticas de su segunda esposa, Miriam Chicay. En una de esas noches, sentados en el restaurante El 77 en la calle de Londres, en la Ciudad de México, el matrimonio expresó estar a favor de Fidel Castro y en contra de la corrupción en México. A pesar de vivir de manera austera –sin aspiraciones de generar grandes riquezas, con vestimenta modesta y un departamento en renta–, tenían la intención de mudarse a una casa más grande en Tacubaya.La oferta formal de trabajo llegó en mayo de 1966. Rowton le explicó a Carlos Jurado que necesitaba un prestanombres, aunque disfrazó la propuesta como una oportunidad para que fuera su asistente y socio informal, con el objetivo de gestionar sus negocios en México, Cuba y otros países de la región, de manera discreta y clandestina.Debido a que Rowton sólo contaba con permiso de turista en México, no quería declarar sus actividades comerciales de gran escala. En ese momento, el pintor confesó su inexperiencia en los negocios, pero aseguró que tenía contactos en Cuba que podrían serles de utilidad.El pintor le dijo que vivía con ansiedad y soledad, y que deseaba escapar de México. Rowton, quien estaba reclutando informantes para la CIA, rápidamente se ganó su confianza.El agente le ofreció trabajo y el pintor le pidió que lo acompañara a Cuba para renovar sus contactos. A cambio, según el inciso 10 del informe con folio HMMA-30585, “Antecedentes, carácter y valoración de Liring-3”, la CIA le proporcionó una vida más cómoda, con un salario mensual y beneficios como tarjetas de crédito en el Banco de Londres y México; desde donde eran espiadas sus transacciones, tarjetas ilimitadas para comprar en Sears y costosos regalos para sus hijos. Sin embargo, los trabajos de arte que le prometieron nunca se materializaron.Liring-3 infiltrado en el círculo de Fidel CastroJurado Delmar, sin saberlo, comenzó a trabajar como informante para la CIA. Se le pidió que rentara una casa en la Ciudad de México como base de operaciones, la que utilizó también para tener una relación extramarital con una mujer adinerada, quien había sido su alumna, según el inciso 4 del documento fechado el 16 de noviembre de 1966 sobre “Antecedentes, carácter y valoración de Liring-3”. La CIA vigilaba la casa y Rowton informó sobre estos hechos, temiendo que Miriam pudiera descubrir la infidelidad y poner en riesgo la operación. A pesar de su creciente auge en la esfera social de los intelectuales y políticos de la época, Carlos Jurado continuó sin saber que su vida estaba siendo manipulada por la CIA, que la agencia de utilizó su carrera artística y su entorno social para recopilar información sobre Cuba y otros intereses geopolíticos.Después de haber pasado las pruebas al corromperse fácilmente, aceptando regalos y una vida más cómoda, según los documentos, él y su esposa fueron designados “informantes involuntarios” a mediados de 1966, bajo los pseudónimos Liring-3 y Liring-4, respectivamente, sin que ellos lo supieran. El informe indica que Carlos Jurado parecía tener una simpatía genuina por Rowton.En un reporte del 27 de mayo de 1966, donde se les asignaron sus pseudónimos, se especificó que el motivo de su “contratación” era la recopilación involuntaria de información sobre la situación económica y militar en Cuba, las actividades generales de la Embajada de Cuba en México, y la identificación de personas con potencial para realizar operaciones en la isla caribeña. Lo curioso del informe es que la CIA marcó como positiva la casilla que indicaba que el pintor estaba al tanto de que el gobierno de Estados Unidos (no la CIA específicamente) tenía interés en él. Además, se mencionó que existían planes para que Jurado Delmar colaborara de manera voluntaria en este tipo de actividades. Pero el informe señala que los estadounidenses consideraban que mantenerlo engañado resultaba aún más ventajoso: “De esta manera, él trabaja en contra de los objetivos con una conciencia limpia, y sus sentimientos de izquierda no se ven amenazados”, se lee en los documentos conocidos como JFK Files.En julio de 1966, a través de sus contactos, Jurado se enteró que Castro estaba experimentando crisis mentales debido a los “excesos” en las celebraciones del Día de la Revolución Cubana. En un cable de la CIA, elaborado con la información del pintor, al líder revolucionario se le calificó como alguien que nunca descansaba y que tenía una condición mental impredecible. Días antes, el pintor había informado que Fidel había sido operado de una hernia doble tras un incidente en Guantánamo. Su fuente era Arnol Rodríguez, en ese momento funcionario del gobierno cubano.En agosto de ese mismo año, el periodista español Víctor Rico Galán –conocido por sus vínculos con el socialismo en México, su cercanía con el movimiento estudiantil de 1968 y por haber entrevistado al Che Guevara y a Castro– fue encarcelado en Lecumberri por sus actividades políticas.Rico Galán era amigo cercano de Julián López, encargado de prensa en la embajada cubana, y también del pintor Carlos Jurado. Tras la detención del periodista, López advirtió al pintor que no viajara a Cuba ese agosto, ya que algunos mexicanos relacionados con el caso estaban intentando exiliarse a la isla, lo cual podría generar problemas.Poco después, otro contacto de Jurado, el ministro del Azúcar, Abelardo Curbelo, le confesó que el gobierno cubano temía un conflicto diplomático con México, pues no quería ser acusado de proteger o dar asilo a personas involucradas en el caso del periodista.A raíz de estas advertencias y revelaciones, Jurado Delmar comenzó a sospechar que López no sólo era un funcionario de prensa, sino que trabajaba como agente de inteligencia para el régimen de Castro.El tráfico de armas de México para la guerrilla guatemaltecaSeptiembre de 1966 marcó un punto de inflexión en los objetivos de la CIA con el pintor mexicano. En ese mes, Julián López desapareció en México. Jurado Delmar le contó a Rowton de este suceso, pero lo tomó con poca seriedad, ya que él y Miriam Chicay pensaban que éste sólo andaba de parranda.No obstante, la CIA autorizó a Rowton compartir con el pintor información restringida sobre la desaparición de López. Le dijo que el gobierno mexicano descubrió que su verdadero trabajo era el tráfico de armas de México a Guatemala, por lo que estaba detenido. Para alarmar aún más a Jurado Delmar, Rowton le mencionó que la prensa extranjera en México estaba a punto de publicar el escandaloso asunto. Lo que la CIA buscaba era que Cuba sacara a López de la jugada y lo regresara a la isla.Jurado cuestionó a Rowton sobre cómo sabía esta información, pero el agente se inventó un nombre y dijo que se lo había contado un amigo reportero. Como era habitual, el pintor no hizo más preguntas y fue corriendo a contar la noticia a la embajada. Efectivamente, el embajador Joaquín Hernández Armas intervino en la liberación de López y lo envió a la isla al día siguiente.Cuba consideró este gesto como una prueba de lealtad, y Hernández Armas se lo agradeció personalmente. En el reporte de la CIA, se indicó que esa noche, Carlos Jurado había dejado de ser un simple amigo de Cuba para convertirse en un valioso confidente del régimen. Esto también hizo que la embajada lo considerara para involucrarse en la insurgencia que planeaban en Centroamérica. Jurado creía que Cuba tenía planes de reclutarlo como agente de inteligencia y, tan pronto lo autorizó su supuesto jefe, recibió una invitación de La Habana para reunirse con Osmany Cienfuegos, militar y hombre cercano a Fidel Castro.En otro viaje a La Habana, en el mismo septiembre, Carlos Jurado se enteró de que Cuba estaba interesada en alquilar barcos para transportar azúcar, probablemente había una disminución del apoyo soviético a la isla. Sin embargo, Cienfuegos no se fue con la finta. El hecho de que tuviera información tan específica sobre Julián López, levantó sospechas entre las altas esferas de poder cubano, lo que llevó a las autoridades a plantearse interrogarlo. Rowton, a petición de la CIA, le aconsejó que repitiera la versión de que se había enterado por un amigo extranjero, “izquierdista”.A finales de ese mes, la CIA solicitó verificar si Jurado Delmar aún mantenía sentimientos antiestadounidenses, según consta en el memorándum “Manejo de Liring-3 como un agente hostil”, pues se temía que podría trabajar como agente doble, para Cuba y para ellos. En el documento, se dejó constancia de que el teléfono sería intervenido, se llevaría vigilancia física y fotográfica para comprobar si se reunía con personas sospechosas. Además, se interceptaría todo el correo. Rowton quería corroborar si toda la información que estaba proporcionando Liring-3 coincidía con la realidad.Las revelaciones que hizo Carlos Jurado a la CIAEn noviembre de 1966, la CIA descubrió que la Embajada de Cuba en México había cambiado las reglas sobre quién podía pernoctar y vivir en sus instalaciones. Se permitió que el embajador, el secretario y sus familias, así como oficiales de inteligencia y seguridad, residieran ahí. Los miembros del Partido Comunista Cubano debían buscar alojamiento fuera. Los choferes y secretarias serían enviados desde Cuba. Y los mexicanos serían contratados sólo como empleados de servicio. En ese contexto, Jurado Delmar viajó una vez más a La Habana el 6 de noviembre, pero no fue recibido por sus contactos, sino por cuatro agentes uniformados del gobierno. Tras intentar hospedarse en un hotel, los agentes le permitieron quedarse en la casa de su amigo hondureño, René Ochoa Funez. A la mañana siguiente, otros agentes llegaron por él y lo llevaron a una finca en el municipio de Pinar del Río, llena de armas estadounidenses y gente uniformada que recibía entrenamiento paramilitar. Luego, fue trasladado a otras fincas, una de ellas en Camagüey, a la que llegó por helicóptero, y a otra tuvo que escalar un cerro de 20 kilómetros. Sin embargo, nunca se le explicó la razón del recorrido y, al cabo de unos días, lo regresaron a la casa de Ochoa.El 14 de noviembre, el pintor comentó a Arnol Rodríguez que tenía contactos en México y Centroamérica listos para llevar a cabo misiones subversivas para Cuba. Rodríguez lo contactó con Cienfuegos, quien, aunque agradeció la oferta, le expresó que no confiaba en sus contactos, un sólo error podía arruinar los esfuerzos de la Revolución. Jurado Delmar se sintió decepcionado.En diciembre, Carlos Jurado conoció al empresario puertorriqueño Ismael Suárez de la Paz, quien había estado en México intentando comprar semillas de café para Fidel Castro; deseaba de 10 a 15 toneladas para cultivar en la isla. Después de un engaño en la compra, las semillas se habían mojado intencionalmente para aumentar su peso, el cargamento, con una pérdida de 10 mil dólares, fue enviado a La Habana por avión.En este mismo reporte, la CIA también se enteró de que Castro había arrestado a once periodistas del periódico ‘Granma’ luego de que criticaran sus discursos. Además, gracias a las charlas con Suárez de la Paz, la CIA descubrió que Castro tenía dificultades para lograr sus objetivos debido a la “torpeza burocrática” de su partido, lo que llevó al comandante cubano a delegar las tareas más importantes a sus confidentes más cercanos.A finales de ese diciembre, el pintor se puso en contacto con miembros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Guatemala, quienes lo trasladaron para que conociera a los operadores de Edgar Ibarra, comandante de la parte norte de la Sierra de las Minas. Durante su viaje, reportó que la ayuda cubana a la insurgencia guatemalteca había sido inconsistente, lo que había llevado a las guerrillas a recurrir al robo de bancos.El pintor también informó sobre el contrabando de armas en la frontera sur de México y que los guerrilleros ya sabían cómo la CIA ayudaba en la vigilancia de la zona disfrazados de turistas y misioneros, e incluso que tenían una base de operaciones con pista de aterrizaje; lo que la propia CIA reconoce en sus documentos como un lugar llamado “Alas de Misión”. En ese contexto, la CIA también solicitó al pintor que se infiltrara en las redes de traficantes.Carlos Jurado estuvo preso seis meses en GuatemalaA mediados de 1967, la relación entre Carlos Jurado y Rowton empezó a agrietarse. Mientras el pintor chiapaneco seguía apoyando causas insurgentes en Latinoamérica, especialmente en Venezuela, Rowton ya tenía otros planes. Y esos planes incluían a Miriam Chicay, esposa del artista.Sin que ella lo supiera, la CIA comenzó a mover sus piezas. Aprovechando el deterioro del matrimonio, Rowton intentó involucrar a Miriam en las operaciones de inteligencia de la agencia. No fue algo consensuado, ni mucho menos claro; era una trampa más para obtener información de Cuba y Fidel.En algún punto entre mayo y julio de 1968, Jurado Delmar fue arrestado en Guatemala, acusado de distribuir propaganda comunista. Así lo revela un cable codificado con el folio 798301, enviado entre las estaciones de la CIA en Ciudad de México y Guatemala. Esta información se sabe gracias a los archivos desclasificados por el gobierno estadounidense en enero pasado, donde su nombre aparece más de una vez, junto al del misterioso “empresario griego”.Durante su encarcelamiento, Arturo Serrano, entonces director del Fondo de Cultura Económica, contactó a Miriam Chicay con una extraña oferta: ayudarla a sobornar a los oficiales guatemaltecos para liberar a su esposo. Pero la CIA no confiaba en Serrano. En ese mismo cable, los agentes advertían que no podían verificar sus verdaderas intenciones.Carlos Jurado finalmente recibió una sentencia de seis meses. Nunca se divorció de Miriam. Un año después, el 8 de mayo de 1969, un nuevo cable informó de la muerte de Porfirio Chicay, el suegro. Miriam, devastada, planeaba viajar a Cuba para visitar a su madre. Aquel viaje parecía el comienzo de un nuevo capítulo, quizá uno en el que la isla se convertiría en su hogar... y en su trampa. Pero ese proyecto nunca se concretó, o al menos que la CIA lo haya constatado.Durante cuatro años, Carlos Jurado Delmar llevó una vida paralela. Lo que comenzó como un atractivo encargo de pintar un mural en Nueva York, terminó por arrastrarlo a un oscuro entramado de secretos, engaños y traiciones. Sin saberlo, se convirtió en un espía involuntario, atrapado entre las promesas de la Revolución Cubana y los tentáculos silenciosos de la CIA.Para el gobierno de Cuba y de Estados Unidos, el pintor, el fotógrafo, el artista quedó reducido a una pieza en el ajedrez geopolítico de la Guerra Fría. Sin embargo, en México su legado artístico ha sido celebrado por universidades, centros culturales, y su archivo fotográfico está cuidadosamente resguardado. Los documentos sobre su vida y presuntas actividades como asistente de un agente encubierto, con pasaporte griego y agenda estadounidense, se encuentran dentro de lo que el gobierno de Trump promociona como los JFK Files. Esta reportera contactó al Centro Cultural Carlos Jurado, en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, pero negaron tener vínculos con la familia. Miriam Chicay, por su parte, mantiene un perfil de Facebook abierto, pero no respondió a la solicitud de una entrevista.¿Es posible reconstruir una vida entera a partir de archivos redactados por manos anónimas, cargadas de intereses y medias verdades? Los documentos oficiales, fríos, calculados, a veces ambiguos, rara vez cuentan la historia completa. GSC